El dolor de la dignidad

Publicadas por Gisela Gonzalez Friz - Cmdte. Mayor , 19-10-2005 9:45 a. m.

Pocas cosas pueden ser más dolorosas que a uno lo dejen de querer. Enterarse del desamor de improviso, de un día para otro. Porque así se viven los abandonos siempre.
Aunque los problemas se remonten a mucho tiempo atrás. De ahí la incapacidad para asimilar la noticia, la rebeldía ante lo que parece un veredicto, la incredulidad, la impotencia, la necesidad de hablar sin cesar, la búsqueda frenética de argumentos, las recriminaciones, las propias culpas y la alternancia sin fin entre el llanto y la rabia. Siguen después los análisis incansables de cómo y porque se produjo el abandono, el encono contra todo aquel que pueda ser responsable, la exigencia de que todos toman partido, el desgarro de enterarse de que se le vio bien o sonriente, confirmar que sobrevive saludable sin uno. Invitarle, rogarle, humillarle, sollozare, celarle, decirle. Preguntarle a gritos que sentido tuvo demorar la vida en encontrarse para después perderse. Intentar un argumento tras otro frente a unos ojos fríos que ya no responden. Llorar como un niño al que se le pierde la madre. Cualquier esfuerzo con tal de recuperar a quien se fue y contrarrestar la angustia. Cualquier cosa con tal de no enfrentar ese aterrador momento donde el ser amado se vuelve irreconocible, ajeno, impermeable, extraño y duro a nuestras peticiones, una pared infranqueable a todo intento de reconciliación.
Surge la frustración ante la imposible tarea de convencer al ser amado de que vuelva. Hay congoja, excesos de llanto, inquietud y pensamientos obsesivos. Se interpretan equivocadamente señales que renuevan las ilusiones de recuperar el amor perdido. Crece la impotencia ante la distancia absurda que impide ponerle al día de cada pena, de cada angustia, de cada soledad vivida en su ausencia. Brotan la rabia y el resentimiento, se piden explicaciones, se experimenta el horror frente a la determinación de desechar todo intento de otra oportunidad. No puede creerse que el otro haya optado por amputar el cariño de esa forma tan tajante, busca e implacable.
A medida que el tiempo avanza, las esperanzas de desvanecen, pero no se pierden por completo. Se idean nuevas estrategias, las noches se vuelven interminables, dándole vueltas y vueltas a diálogos inexistentes durante el insomnio. La vida se desorganiza ante una profunda y persistente sensación de soledad. La búsqueda inquieta, la expectativa intermitente, el desengaño repetido, el llanto, la ira, y las recriminaciones son expresiones desesperadas de la necesidad imperiosa por encontrar y recuperar a la persona perdida. Detrás del rencor y del desconcierto hay una tristeza profunda que surge de constatar que la reconciliación ya no es posible.

5 Response to "El dolor de la dignidad"

Aza Says:

Te entiendo
ANIMO

Gisela Gonzalez Friz - Cmdte. Mayor Says:

No, si no es mi caso...creo.

Gisela Gonzalez Friz - Cmdte. Mayor Says:

Aunque si me dieran esa razon para el termino de la que fue mi historia, sin duda que serviria para poder haceptar el fin.

Gisela Gonzalez Friz - Cmdte. Mayor Says:

Buaaaaaaaa!!!!!!
Si hablamos de lloron...por ahi supe que andabas cantando la cancion de 31 minutos...una que dice algo asi como..."dienteeee amiiigo..."jajajajajaja

Carolina Says:

jajajajjajajajajaj
muerto en dolor po pato jajajajja